martes, 30 de junio de 2020

Poesía por mandato

Retrato de José Antonio Rosales




-Néstor Mendoza-

Regreso a la escritura de Juan Calzadilla, luego de varios años de oportuno silencio. Voluntariamente he dejado que se convierta en una pulsación natural. Dejé de leerlo con fruición adolescente: ahora me acerco con la tranquilidad necesaria para no decir más o decir menos, para no caer en el abrazo que comprime o en el saludo forzoso.

Al redactar estas anotaciones apelo a la extrañeza. Si un poeta es capaz de resistir segundas y terceras lecturas, después de años de reposo y olvido, entonces ha alcanzado la virtud de la permanencia. El alejamiento voluntario aclara un poco los argumentos, define mejor los contornos. Lo he podido corroborar en su poema “Los cazadores orantes”; el largo aliento de la versificación, la descripción sopesada y delicada que ahora renueva los gustos y la cercanía: “El misterio ampara/ y convierte en prodigio el celaje/de la imagen que al deslizarse/deja sólo de sí la resonancia móvil/de una fronda de cambiantes colores”.

Realizo una sesión de calentamiento, estiro los músculos y me preparo para este nuevo contacto. Ya no se trata de los tópicos habituales, del yo que se fragmenta o del transeúnte contradictorio de la ciudad. Lo que me atrae no es el discurso meta-textual, que seduce al primer acercamiento. Ahora busco los pliegues y las estrías, el leve silbido que se esconde en el interior del caracol. Calzadilla es más estimulante en la medida en que elude por un momento los reflejos de la alteridad: cuando se olvida del cuarto de los espejos.

Desde hace dos décadas aproximadamente, casi todas sus publicaciones han aparecido bajo formas antológicas. Los textos van configurando un nuevo volumen: ocupan un nuevo lugar y una nueva distribución. Diríase que se trata de un juego en el cual las cartas (piezas, poemas) permutan sus posiciones originales, logrando así nuevas lecturas y visiones. Lo ha expresado en su propia obra: “Mi movilidad es lo que hace que viva”. Calzadilla es un corrector de estilo, incisivo y exigente.

Una cosa podemos resaltar: en este libro reciente, nuestro poeta ha delimitado sus textos discursiva y temáticamente. Poesía por mandato reúne poemas líricos que dialogan con la escritura meta-ficcional; es decir, poemas de motivos diversos, prosa poética, glosas, microficciones y aforismos. Un libro con estas cualidades cambia la perspectiva crítica. Empiezas a dudar de las fronteras genéricas, de la distribución de los textos, de la prosa y del verso.

Esta compilación, como oportunamente ha subtitulado Calzadilla, es una antología “personal” y no una antología “poética”. Quizá intenta aclararnos que, además de poemas (según la manera tradicional de concebirlo), también coexisten otras variedades expresivas, todas las facetas en las que ha incursionado. Su escritura, variada y elástica, no transita un solo terreno; por el contrario, se bifurca, ramifica y extiende. Poesía por mandato es una meta-antología. Suma antológica, una antología mayor.

Trato de inventariar los títulos que ha dado a conocer hasta los momentos. Son muchos, sin duda. Es un poeta prolífico: el número de antologías es igualmente numeroso. Ya en perspectiva, es posible creer que ese afán de publicación y corrección persigue un motivo concreto: la pieza definitiva, tallada y vuelta a tallar. Para Calzadilla, el poema es perfectible y falible. Casi puedo recrear un escenario hipotético: un viejo artesano que no se conforma con el acabado final de la pieza, que vuelve a ella, con rigor y vigilancia, y la muestra a todos generosamente.

Esta Poesía por mandato no es dictada por la jauría sino por la serenidad y la reflexión. Es proclive a la teorización libre del poema, al precepto irónico. Calzadilla argumenta y orienta: narra, expone, argumenta, describe, dialoga, da órdenes.

La obra de Calzadilla está matizada por cierto grado de culturalismo: citas, epígrafes, menciones y reinvenciones de algunos pasajes del arte y de la historia literaria (Bretón, Balzac, Rodin, Picasso, Pessoa, Ítaca, Ramos Sucre, Reverón). Cada una de esas presencias, en un coloquio sinfónico, define y articula su estilo (sus estilos).

En Poesía por mandato se cumple lo que Gustavo Guerrero ha llamado escritura transversal, la cual “mezcla distintos géneros de discurso y juega a menudo con las fronteras de la institución literaria”. La afianzada valoración como poeta urbano, de la ciudad, empieza a ser difusa. Las motivaciones de Calzadilla no son temáticas sino discursivas. El tópico está debajo de la gran piel del discurso.



*Texto leído durante la presentación de Poesía por mandato (Ateneo de Valencia, 2014). 



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