Retrato de José Antonio Rosales |
-Néstor Mendoza-
Regreso a la escritura
de Juan Calzadilla, luego de varios años de oportuno silencio. Voluntariamente
he dejado que se convierta en una pulsación natural. Dejé de leerlo con
fruición adolescente: ahora me acerco con la tranquilidad necesaria para no
decir más o decir menos, para no caer en el abrazo que comprime o en el saludo
forzoso.
Al redactar estas
anotaciones apelo a la extrañeza. Si un poeta es capaz de resistir segundas y
terceras lecturas, después de años de reposo y olvido, entonces ha alcanzado la
virtud de la permanencia. El alejamiento voluntario aclara un poco los
argumentos, define mejor los contornos. Lo he podido corroborar en su poema
“Los cazadores orantes”; el largo aliento de la versificación, la descripción
sopesada y delicada que ahora renueva los gustos y la cercanía: “El misterio
ampara/ y convierte en prodigio el celaje/de la imagen que al deslizarse/deja
sólo de sí la resonancia móvil/de una fronda de cambiantes colores”.
Realizo una sesión de
calentamiento, estiro los músculos y me preparo para este nuevo contacto. Ya no
se trata de los tópicos habituales, del yo que se fragmenta o del transeúnte
contradictorio de la ciudad. Lo que me atrae no es el discurso meta-textual,
que seduce al primer acercamiento. Ahora busco los pliegues y las estrías, el
leve silbido que se esconde en el interior del caracol. Calzadilla es más
estimulante en la medida en que elude por un momento los reflejos de la
alteridad: cuando se olvida del cuarto de los espejos.
Desde hace dos décadas
aproximadamente, casi todas sus publicaciones han aparecido bajo formas
antológicas. Los textos van configurando un nuevo volumen: ocupan un nuevo
lugar y una nueva distribución. Diríase que se trata de un juego en el cual las
cartas (piezas, poemas) permutan sus posiciones originales, logrando así nuevas
lecturas y visiones. Lo ha expresado en su propia obra: “Mi movilidad es lo que
hace que viva”. Calzadilla es un corrector de estilo, incisivo y exigente.
Una cosa podemos
resaltar: en este libro reciente, nuestro poeta ha delimitado sus textos
discursiva y temáticamente. Poesía por
mandato reúne poemas líricos que dialogan con la escritura meta-ficcional;
es decir, poemas de motivos diversos, prosa poética, glosas, microficciones y
aforismos. Un libro con estas cualidades cambia la perspectiva crítica.
Empiezas a dudar de las fronteras genéricas, de la distribución de los textos,
de la prosa y del verso.
Esta compilación, como
oportunamente ha subtitulado Calzadilla, es una antología “personal” y no una
antología “poética”. Quizá intenta aclararnos que, además de poemas (según la
manera tradicional de concebirlo), también coexisten otras variedades
expresivas, todas las facetas en las que ha incursionado. Su escritura, variada
y elástica, no transita un solo terreno; por el contrario, se bifurca, ramifica
y extiende. Poesía por mandato es una
meta-antología. Suma antológica, una antología mayor.
Trato de inventariar
los títulos que ha dado a conocer hasta los momentos. Son muchos, sin duda. Es
un poeta prolífico: el número de antologías es igualmente numeroso. Ya en
perspectiva, es posible creer que ese afán de publicación y corrección persigue
un motivo concreto: la pieza definitiva, tallada y vuelta a tallar. Para
Calzadilla, el poema es perfectible y falible. Casi puedo recrear un escenario
hipotético: un viejo artesano que no se conforma con el acabado final de la
pieza, que vuelve a ella, con rigor y vigilancia, y la muestra a todos
generosamente.
Esta Poesía por mandato no es dictada por la
jauría sino por la serenidad y la reflexión. Es proclive a la teorización libre
del poema, al precepto irónico. Calzadilla argumenta y orienta: narra, expone,
argumenta, describe, dialoga, da órdenes.
La obra de Calzadilla
está matizada por cierto grado de culturalismo: citas, epígrafes, menciones y
reinvenciones de algunos pasajes del arte y de la historia literaria (Bretón,
Balzac, Rodin, Picasso, Pessoa, Ítaca, Ramos Sucre, Reverón). Cada una de esas
presencias, en un coloquio sinfónico, define y articula su estilo (sus
estilos).
En Poesía por mandato se cumple lo que Gustavo Guerrero ha llamado
escritura transversal, la cual “mezcla distintos géneros de discurso y juega a
menudo con las fronteras de la institución literaria”. La afianzada valoración
como poeta urbano, de la ciudad, empieza a ser difusa. Las motivaciones de
Calzadilla no son temáticas sino discursivas. El tópico está debajo de la gran
piel del discurso.
*Texto leído durante la presentación de Poesía por mandato (Ateneo de Valencia, 2014).
*Texto leído durante la presentación de Poesía por mandato (Ateneo de Valencia, 2014).
Buen día, Miguel. Facilítame un correo y te envío el PDF.
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