Duvan Carvajal
La poesía
y el ejercicio poético son dos caminos que se bifurcan y en el caso del poeta
más joven y de la poesía más prometedora de toda Venezuela cumplen esta
premisa, ¿acaso verdadera, acaso falsa?; pues en el análisis del discurso la
categoría de poder o el argumento de autoridad se anteponen a cualquiera de las
críticas que se pueden hacer a la grandeza de las palabras en la obra del
maestro Venezolano. Juan, nacido en el ancho llano venezolano cruzó fronteras
en su caballo alazano y aterrizó en territorio colombiano para quedarse en las
almas benditas de los 200 lectores que él mismo dice tener en este país, “Para
ellos escribo”, así dijo aquella tarde de septiembre en la biblioteca pública
del Tunal en la ciudad de Bogotá. La poesía de Juan, su obra conceptual y él,
como el máximo crítico de arte de su país; son tan inspiradores que una horda
de muchachos por toda Colombia, lo siguen como si fuera una religión y
él, el maestro o el monje, viejo, sabio pero a la vez, tan joven, tan lúcido y
tan lucido con cada una de las palabras que terminan convertidas en poesía que
traspasan el ancho y el largo del canon literario de esa Venezuela que no ha
reconocido en él, a uno de los más grandes, a un gigante, a la altura de Andrés
Bello, de Ramos Sucre y de tantos otros que han hecho de la poesía Venezolana
una de las más originales y a la vez secretas de toda la historia de la poesía
viva. Juan Calzadilla, el hombre de las mil caras, o mejor, el de los mil
poemas. Yo no escribo en este texto sobre la vasta obra del maestro, no, reseño
las mil posibilidades para designar las palabras, para incluir en cada poema
una cara, un rostro, una fuerza, una pintura, el arte llanero, el arte
rupestre. Sin llegar muy lejos y sin exagerar en designar a Juan como el último
bastión de la poesía y de la cultura artística de Venezuela, ese pueblo bravo
que ha vivido entre dificultades desde el proceso de independencia hasta
nuestros días. No existe ninguna diferencia entre el poeta Juan Calzadilla y un
héroe de la república que dio la libertad a la patria que le vio nacer, Juan,
un héroe, un guerrero y su arma preferida es la pluma, esa misma que denuncia
cada infidelidad de la gente, de la patria y de su propio ser, entonces no es
un despropósito comparar a Calzadilla, el poeta, el crítico de arte con un
héroe, pues Juan desde otro ángulo, desde la anarquía del Techo de la ballena y
la libertad que brinda la palabra se levantó como un monumento y erguido pidió
por la igualdad y exigió que todos los seres, hijos de la misma nación, tuvieran
las mismas condiciones para que el desarrollo de un pueblo fuera equitativo.
Entonces, Juan Calzadilla es el creador de una ciudad de cristal, el fundador
de un movimiento contrarrevolucionario y el justificador de una modernidad que
nunca llegó. NY, y todo lo sólido se desvanece en el aire, Adán Buenos Aires y
Leopoldo Marechal, Caracas y la poesía incomplet de Juan Calzadilla.
Resumiendo, Poesía por mandato, Libro de las poéticas y Editor de crepúsculos
son fragmentos fragmentarios y fragmentados de la voz del poeta vivo más
importante que posee el continente, y que como dice la Ilíada, en la voz mínima
de Odiseo, “si cuentan mi historia que digan que caminé entre gigantes, que
viví en tiempos de Héctor, domador de caballos, en tiempos de Aquiles el
guerrero”. De mí también se podrá decir que caminé entre gigantes, que viví en
tiempos de Gustavo Pereira, en tiempos de Ramón Palomares, en tiempos de Juan
Calzadilla el guerrero, el poeta de las mil caras.
*Tomado de https://www.quira-medios.com/juan-calzadilla/