-Basilia Papastamatíu-
Quizás uno de los más recientes aciertos de la editorial Arte y Literatura ha sido publicar una antología de la obra de uno de los mayores poetas venezolanos contemporáneos, Juan Calzadilla. La investigadora norteamericana Catherine Hedeen y el escritor cubano Víctor Rodríguez, autores del prólogo y de la selección, le dieron el mismo título, que el de uno de sus conjuntos poéticos, Oh, smog.
A Calzadilla se le conoce no sólo como poeta, tuvo la especial virtud de desplegar su creatividad en otros campos con igual talento y brillantez, por lo que aparece destacado unas veces como artista plástico –fue Premio Nacional de Artes Plásticas en 1996-, otras como crítico de arte, editor o periodista.
Quienes tuvimos la fortuna de conocerlo en todas sus facetas, podemos agregar que Calzadilla es además un ser humano que, en vez de encerrarse en su éxitos individuales, ha sabido asumir los compromisos existenciales y sociales que estos tiempos requieren. Y aun cuando cuenta con más de sesenta años de vida, no sólo se mantiene activo como autor sino que, como tal, continúa demostrando y reafirmando esa rebeldía anticanónica y anticonvencional de sus tiempos juveniles. Su poesía nace de la trasgresión, de la desacralización de los modelos establecidos y venerados. Para Calzadilla no hay más reglas que las que él mismo quiere crearse, y por única vez, no para establecer pautas y normas estéticas a seguir, sino para contribuir a la transformación permanente de la palabra, del discurso y del arte.
Es por eso que en su obra encontramos constantemente “poéticas” para que los lectores entiendan y compartan esta voluntad de hacer-deshaciendo o, apartándose de lo anteriormente creado, para inquietarlos y remover su pensamiento con algo estimulantemente nuevo. “Llegar a hacer sólo las cosas en que se es celebrado –ha escrito Calzadilla-, expone al peligro de la rutina del éxito, entendiendo por éxito lo que para los demás está bien que usted siga haciendo, pero actuando así se hace el ridículo ante uno mismo”.
No le interesa ser apacible y conformista. Sus inéditos “cruces”, las inesperadas asociaciones que generan las articulaciones de su escritura nos recuerdan cuánto nos queda aún por descubrir de las posibilidades del lenguaje y del arte. Juan Calzadilla nació en 1931 en Altagracia de Orituco, del Estado Guárico. Fue uno de los principales protagonistas del proyecto cultural-revolucionario que promovió la revista El Techo de la Ballena, entre 1961 y 1968. Luego fue editor de otra prestigiosa publicación cultural, Imagen. Entre sus libros de poesía figuran Dictado por la jauría (1969), Malos modales (1965), Las condiciones sobrenaturales (1967), Ciudadano sin fin (1969), Oh smog (1978), Antología paralela (1988), Minimales (1993), Principios de Urbanidad (1997), Corpolario (1998), Diario sin sujeto (1999) y Aforemas (2004).
Debemos señalar que Juan Calzadilla, junto con otro miembro de El Techo de la Ballena, Edmundo Aray, han sido quienes han mantenido hasta ahora con más fuerza y coherencia el espíritu de este grupo de fértiles y muy imaginativos creadores, fundamentalmente escritores y artistas plásticos -algunos ya lamentablemente fallecidos-. Lo integraron, entre otros, Salvador Garmendia, Francisco Pérez Perdomo, Adriano González León, Perán Erminy, Efraín Hurtado, Carlos Contramaestre, Caupolicán Ovalles, Daniel González y Dámaso Ogaz. Calzadilla ha permanecido, en efecto, activo y fiel a su vocación renovadora tanto en la vida como en la obra. Se nutrió de lo mejor de las vanguardias literarias, en particular la escritura surrealista y, al mismo tiempo, como ya dije, se comprometió con las luchas políticas y sociales que se desarrollaron en nuestro región latinoamericana a partir de los sesenta.
Los autores de esta buena antología señalan en su introducción que: “Con su espléndida poesía, que logra unir la radicalidad política y estética, consigue no sólo representar sino participar en el mundo, Calzadilla reestablece la fe en la poesía. En el pórtico de su más reciente poemario, significativamente titulado
Libro de las poéticas (2006), concluye que en la actualidad asistimos a la reconstrucción de la esperanza en que la poesía y todo lo que la acompaña, incluido el que la hace, están obligados también a perseverar”.
Y para terminar quiero destacar algunas expresiones claves de este gran poeta venezolano que tanto nos perturba; y que nos estimula, al mismo tiempo, a ser siempre inconformes, siempre diferentes, y a hacer (y esperar) de la poesía que también sea siempre sorprendentemente aportadora e inquietante:
“Quiero que la poesía reine (…) Que deje abierta a la duda la puerta del entendimiento / Y que excluida de la voluble trama metafísica / de la versificación pura / ponga las cartas sobre la mesa.” ("Quiero que la poesía reine").
“¡Por qué tienen que ser las palabras las que den la cara por el sentido! Arréglatelas para entender, / tal es lo que el poeta dice. / Y tiene razón, porque él tampoco entiende.” ("Entrelíneas").
“La forma métrica en nuestra época es una de las fórmulas concretas que se tienen a mano para justificar que todavía se puede escribir poesía sin tener nada que decir. O sea acudiendo a las formas y presentándolas como a la poesía misma…” ("La forma como subterfugio").
“No hay que dejar de reconocer que la poesía se volvió problemática, incluso para los que la hacen. Y en este sentido son más las preguntas que las respuestas que ofrece. Su espacio actual es la provisionalidad, y su frontera, la desconfianza. Su estructura, la falta de forma. Su resultado, la incertidumbre…” ("Todo lo que no cabe en la página").
Oh smog es una antología que sin duda merece ser leída. La recomiendo con énfasis.
Texto tomado de la siguiente dirección:
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