-Rafael Rattia-
Los lectores de Hispanoamérica siempre esperamos con ansiedad un nuevo libro de este autor venezolano convertido ya en imprescindible de la literatura en lengua castellana. Es una de las pocas voces nacidas en los años treinta del siglo pasado que mantiene una absoluta fidelidad al raro oficio de “francotirador” de las letras nacionales. Obviamente, es un ARTISTA integral e íntegro. Poeta por sobre todas las cosas, dibujante, crítico de arte destacadísimo (fue reconocido con el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1996) y, repito, una de las escrituras más heterodoxas e irreverentes de la tradición poética venezolana de la última centuria.
Es un libro compuesto por cuatro cuadernillos de impecable factura literaria; un tetrálogo de bellísimas joyas poéticas que, como el resto de su obra lírica está destinado a concitar la polémica y la discusión sobre el arte de la creación verbal.
El Prólogo a estos AFOREMAS está escrito con lúcida enjundia por el también escritor J.A. Calzadilla Arreaza y en cuyas líneas se pueden leer ciertas advertencias sobre esta asombrosa poética combinatoria que postula el Maestro Juan Calzadilla con esta fusión magistral de aforismos/poemas. Un humor incisivo y cortante, muchas veces rayano en el sarcasmo se deja leer en estos poemas-telegramas que llevan la inevitable impronta de la crítica mordaz de la prosa poética calzadillana. Las ideas se suceden con una fluidez casi sobrenatural en este hermoso libro del autor de Dictado por la jauría (1962); ideas que piensan el lenguaje desde su propia interioridad. ¿Acaso se podría pensar el lenguaje desde una instancia distinta a su propia naturaleza plástica y mutable? Podría decir, eso sí, que este es el libro más reflexivo del autor; pues entre la veintena de libros que ha publicado hasta ahora es el que toma la escritura y sus corolarios como eje temático de análisis e interpretación. No espere el lector encontrar verdades en este libro y sí mucho denuedo y afán de búsqueda. Mucha provocación aforemática –como reza el Prólogo- y nada de verdades apodícticas. Esta poesía está más cerca del milagro contenido en las cosas y los seres que en la pretensión omniabarcante que fachendosamente quisieran las palabras otorgarle a las cosas mismas.
Y es que la arrebatada lucidez poética de este autor viene sellada con una huella escéptica y ello le impide radicalmente buscar feligreses y prosélitos entre los lectores. La lucidez es incompatible con la catequesis; en consecuencia no espere el lector encontrar en este libro verdades pontificiales ni dogmas absolutos. Hay sentencias epigramáticas que me hacen recordar a Pirronne, a Diógenes el cínico, a Protágoras de Gorgias y al mismo Heráclito de Efeso por su manejo dialéctico de la idea y la elegancia de su ironía, por el preeminente lugar que ocupa el matiz, el giro imperceptible del lenguaje en el poema-objeto. Además, hay tres elementos que acompañan estos Aforemas: musicalidad, imágenes e intelecto. Siempre destaca el logos, la idea, el pensamiento en el enunciado sintáctico pero nunca en detrimento de la cadencia y la musicalidad de los poemas. La imagen irrumpe con inusual fuerza persuasiva desde el texto produciendo insólitas asociaciones de contextos históricos y culturales. Las estructuras del lenguaje poético postuladas por Calzadilla en este libro aluden más a la dirección del sentido que a la formalidad del mismo. El empleo de los recursos expresivos paradojales, la sintaxis conscientemente contradictoria, la premeditada subversión de la lógica semántica tradicional, el fatalismo incrustado en la esencia de sus proclamas verbales convierten a este escritor en aristócrata clochard de la literatura venezolana. Los Aforemas de Calzadilla logran lo que pocos poetas han alcanzado en la sisífica tarea de nombrar el mundo: resemantizar el ser y las cosas proponiéndole al lector un metálogo que problematiza la existencia en vez de simplificarla. Los textos poéticos y aforísticos aquí vertidos forman una poliédrica coreografía de voces que se escriben en forma de palimpsestos.
Con respecto a los ejes temáticos que atraviesan este casi centenar de poemas: no son muy distintos de los que distinguen a los tratados por el escritor en su obra poética anterior. El afán denodado por explicar la madeja inextricable del mundo y la vida, la duda dudante que se interroga y problematiza en incesante autorecusación, el yo cotidiano y por ello mismo trascendente del sujeto lírico que admira el gesto suicida de un portero y desdeña las poses vanidosas del poeta, la naturaleza humanizada y la humanidad naturalizada en su forma de réplica mental, la mismidad del otro implícita en la singularidad del nosotros, los enseres y corotos personales del poeta, la urbe con todos sus atavíos de progreso, modernidad y desolación; forman una intrincada red de íconos y temáticas susceptibles de explicitación teorética en el poema como maximización de la belleza del mundo.
Es un libro compuesto por cuatro cuadernillos de impecable factura literaria; un tetrálogo de bellísimas joyas poéticas que, como el resto de su obra lírica está destinado a concitar la polémica y la discusión sobre el arte de la creación verbal.
El Prólogo a estos AFOREMAS está escrito con lúcida enjundia por el también escritor J.A. Calzadilla Arreaza y en cuyas líneas se pueden leer ciertas advertencias sobre esta asombrosa poética combinatoria que postula el Maestro Juan Calzadilla con esta fusión magistral de aforismos/poemas. Un humor incisivo y cortante, muchas veces rayano en el sarcasmo se deja leer en estos poemas-telegramas que llevan la inevitable impronta de la crítica mordaz de la prosa poética calzadillana. Las ideas se suceden con una fluidez casi sobrenatural en este hermoso libro del autor de Dictado por la jauría (1962); ideas que piensan el lenguaje desde su propia interioridad. ¿Acaso se podría pensar el lenguaje desde una instancia distinta a su propia naturaleza plástica y mutable? Podría decir, eso sí, que este es el libro más reflexivo del autor; pues entre la veintena de libros que ha publicado hasta ahora es el que toma la escritura y sus corolarios como eje temático de análisis e interpretación. No espere el lector encontrar verdades en este libro y sí mucho denuedo y afán de búsqueda. Mucha provocación aforemática –como reza el Prólogo- y nada de verdades apodícticas. Esta poesía está más cerca del milagro contenido en las cosas y los seres que en la pretensión omniabarcante que fachendosamente quisieran las palabras otorgarle a las cosas mismas.
Y es que la arrebatada lucidez poética de este autor viene sellada con una huella escéptica y ello le impide radicalmente buscar feligreses y prosélitos entre los lectores. La lucidez es incompatible con la catequesis; en consecuencia no espere el lector encontrar en este libro verdades pontificiales ni dogmas absolutos. Hay sentencias epigramáticas que me hacen recordar a Pirronne, a Diógenes el cínico, a Protágoras de Gorgias y al mismo Heráclito de Efeso por su manejo dialéctico de la idea y la elegancia de su ironía, por el preeminente lugar que ocupa el matiz, el giro imperceptible del lenguaje en el poema-objeto. Además, hay tres elementos que acompañan estos Aforemas: musicalidad, imágenes e intelecto. Siempre destaca el logos, la idea, el pensamiento en el enunciado sintáctico pero nunca en detrimento de la cadencia y la musicalidad de los poemas. La imagen irrumpe con inusual fuerza persuasiva desde el texto produciendo insólitas asociaciones de contextos históricos y culturales. Las estructuras del lenguaje poético postuladas por Calzadilla en este libro aluden más a la dirección del sentido que a la formalidad del mismo. El empleo de los recursos expresivos paradojales, la sintaxis conscientemente contradictoria, la premeditada subversión de la lógica semántica tradicional, el fatalismo incrustado en la esencia de sus proclamas verbales convierten a este escritor en aristócrata clochard de la literatura venezolana. Los Aforemas de Calzadilla logran lo que pocos poetas han alcanzado en la sisífica tarea de nombrar el mundo: resemantizar el ser y las cosas proponiéndole al lector un metálogo que problematiza la existencia en vez de simplificarla. Los textos poéticos y aforísticos aquí vertidos forman una poliédrica coreografía de voces que se escriben en forma de palimpsestos.
Con respecto a los ejes temáticos que atraviesan este casi centenar de poemas: no son muy distintos de los que distinguen a los tratados por el escritor en su obra poética anterior. El afán denodado por explicar la madeja inextricable del mundo y la vida, la duda dudante que se interroga y problematiza en incesante autorecusación, el yo cotidiano y por ello mismo trascendente del sujeto lírico que admira el gesto suicida de un portero y desdeña las poses vanidosas del poeta, la naturaleza humanizada y la humanidad naturalizada en su forma de réplica mental, la mismidad del otro implícita en la singularidad del nosotros, los enseres y corotos personales del poeta, la urbe con todos sus atavíos de progreso, modernidad y desolación; forman una intrincada red de íconos y temáticas susceptibles de explicitación teorética en el poema como maximización de la belleza del mundo.
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