sábado, 8 de mayo de 2010

Notario al garete



-Carlos Etxeba-


Notario al garete es un libro de versos que se asemeja mucho a una pistola o a una metralleta. Los versos se utilizan para disparar, no precisamente balas, sino conceptos, que son más eficaces que las balas.

Al poeta no le interesa integrarse en el statu quo de la poesía académica. Lo que realmente le interesa es sacar a la luz del día todos los trapos sucios en los que se fundamenta, que son todos los conceptos teóricos de la misma, ya que en el fondo todo es convencional y lo mejor es que nos lo demuestra.

"La peor de las tentaciones en contra de la
poesía se cumple cuando es el poeta
mismo el que defecciona..."

Por eso en poesía es segregacionista de hipótesis, iconoclasta de teorías e independentista de apreciaciones en el sentido purista del lenguaje. Nos convence con su singular fuerza expresiva y al final de la lectura de sus poemas, uno acaba sugestionado.

"El problema no es crear una lámpara en el poema,
sino cómo, una vez creada, encenderla..."
"la rosa no es rosa hasta que la mirada la entinta.
Es color el que decide. No la palabra."

Ya conocemos su posición. La expresión en la poesía no tiene significado:

"El poeta es un estorbo, ya lo sé.
Lo mejor que llega a expresar de sí no da pie
para que se le considere un ciudadano de provecho..."

Recibe el eco de Platón y lo vuelve a lanzar con gran vehemencia por los senderos del mundo con su propia voz.

Platón dijo que al poeta había que escucharlo, pero que después había que expulsarlo de la ciudad. Parece que tenía el mismo criterio que Juan Calzadilla. ¿Tan peligrosa puede ser la poesía?

Sólo le consuela la existencia de las palabras, no la preceptiva que las enmaraña:

"...por eso fue bueno traer conmigo a las palabras,
fue útil tenerlas a mano, conmigo,
en alguna parte
de mi mente para combrobar
que todo lo que descubro se reduce a ellas."

Se diferencia de Shakespeare en que el dramaturgo las considera en Hamlet como algo negativo y sin sentido, como una falsa solución a los problemas de la vida ("palabras palabras, palabras"), mientras que Juan Calzadilla las considera como algo positivo, vivo y útil, último sustrato de la realidad.

"No sé si las palabras...viven en su fuero interno
a merced de lo que se espera de ellas,
prestas a confiarnos, cuando lo solicitemos
el poema..."

Propone nuevas ideas para pulir el lenguaje y la actitud vanidosa de los poetas ("El hombre tiene que lucirse", "Gema del sentido") y nos aconseja utilizar el escalpelo para mirar a través de su opacidad, como una norma de trato social.

En CONSEJOS A LOS JÓVENES POETAS no duda en oponer ácidamente los contrarios para resaltar más sus afirmaciones, alcanzando cotas elevadas de expresividad poética.

"Utiliza todo: la tapa de la alcantarilla,
la luna en el agua del retrete, mirándose a solas..."
"...dando manotazos tus desafueros, tus penas
y las coces de este graffiti que blasfema."

En la mayoría de los poemas del libro utiliza el verso libre, ajustándose a las normas de la cadencia y ritmo interno de los versos. En los poemas EL MORIBUNDO y TODO VOLVERÁ A SU SITIO, deja a un lado este estilo y se lanza a una versificación en prosa (mas no prosaica), despreciando toda diferenciación entre ambas formas.

En LAS DOS VENTANAS y en EL MANIQUÍ establece la imposibilidad de comunicación entre el poeta y el mundo que le rodea. La consecuencia lógica sería la falta de deducciones y de conclusiones en el lenguaje, al no poder llegar a ninguna decisión. Se sumerge en una especie de existencialismo poético que le impide contactar con la realidad en todo el libro, aunque esto sea, al parecer, un mero ejercicio estilístico, porque las conclusiones de incomunicación las establece firmemente y está completamente seguro de lo que dice.

Esta incomunicación alcanza su patetismo más agudo cuando exclama:

"...vivo solo, encerrado en mi cuerpo..."
"Ahora sólo trato de oírme a mí mismo
ayudado por una máscara
Y el perverso espejo de la memoria2

El lirismo de Juan Calzadilla es un lirismo artificialmente escéptico, se habla a sí mismo para que le oiga el lector y se establezca una comunicación con él. A pesar de la afirmación de una completa incomunicación, él sabe que el lector queda agradablemente comunicado y agradecido por el grado de exaltación de su expresión poética:

"Estoy jodido, cuando me cruzo de brazos
y paralizado en la horma de mis zapatos
vigilo, sin atreverme a cruzar la calle
para tomar caminos que me dispersen
o que, ay, no me conduzcan a nada..."


Tomado de la revista "Poesía" número 131
Departamento de Literatura
Universidad de Carabobo
Páginas: 96-98
Valencia, 2001

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